
Desde el año mil novecientos no me acuerdo, en donde me inculcaban las primeras instrucciones sobre la vida cristiana, he vivido escuchando que Dios es amor.
Y tienen toda la razón, tomando en cuenta de que quien realmente lo sigue siente amor por los demás. Pero también que si amamos a alguien y queremos hacerle mal no es verdad que la amamos porque el amor no es egoísta y a quien no le puede dar tampoco le quita.
Pero agregándole otro calificativo a Dios para la mejor comprensión de quienes no le conocen a cabalidad, podemos decir que él también es justicia. Pues le da a cada quien según lo que merece.
Muchas veces vemos personas que expresan: “señor, ¿Por qué a mi?”, sintiendo que no merecen la enfermedad que Dios le proveo. Sin saber que eso se puede deber a dos cosas.
Puede ser porque han cometido alguna falta que el padre se la esté cobrando con eso. Pero también es posible que se trate de una prueba que le haya puesto para probar como anda su fe.
Por eso siempre hay que estar “donde el capitán lo vea” para que podamos recibir según lo que merecemos, pues Dios es el único justo y, por lo tanto, no nos da ni más ni menos de lo que merecemos y de lo que podemos aguantar.
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